viernes, junio 11, 2010

Cuento: Mujima de la Colina


En el camino de Akasaka, cerca de Tokyo, hay una colina llamada Kii no Kuni Zaka, o "La Colina de la provincia de Kii". Está bordeada por un antiguo foso, muy profundo, cuyas laderas suben formando gradas hasta un espléndido jardín, que esta por los altos murps de un palacio imperial.

Mucho antes de la era de las linternas y los jinrishkas, aquel lugar quedaba completamente desierto en cuanto caía la noche. Los caminantes rezagados preferían dar un largo rodeo antes de aventurarse a subir solos a la Kii No Kuni Zaka, después de la puesta de sol. Y eso a causa de un Mujima que se paseaba por esas zonas.
El último hombre que vió al Mujima fue un viejo mercader del barrio de Kyoubashi que murió hace treinta años. He aquí su aventura tal y como la contó:

Un día cuando empezaba a oscurecer, se apresuraba a subir la colina de la provincia de Kii, cuando de pronto vió a una mujer agachada cerca del foso...Estaba sola y lloraba amargamente. El mercader temió que tuviera intención de suicidarse y se detuvo para prestarle ayuda si era necesario. Vió que la mujer era graciosa y que iba vestida de forma lujosa, su cabellera estaba peinada como era propio de una joven de buena familia.

> "O-Jochu *" -saludó al aproximarse-. "No llore así... Cuénteme sus penas... me sentiré feliz de poder ayudarla."

[* Título de cortesía que se empleaba para una señorita a la que no se conoce y que equivale a decir distinguida señorita.]



Hablaba sinceramente, pues era un hombre de corazón. La joven continuó llorando con la cabeza escondida entre sus amplias mangas.

>"¡Honorable señorita!" -repitió dulcemente-."Escucheme, se lo suplico... Este no es en absoluto un lugar conveniente para una persona sola de noche. No llore más y digame la causa de su pena. ¿Puedo ayudarle en algo?"

La joven se levantó lentamente... Estaba vuelta de espaldas y tenía el rostro escondido... Gemía y lloraba alternativamente. El viejo mercader puso una mano sobre su espalda y le dijo por tercera vez: 

> "¡Oh-Jochu! Escúcheme un momento..."

La honorable señorita se volvió bruscamente. Dejó caer la manga y acarició la cara con la mano... 
¡El viejo vió que no tenia rostro!...

Huyó gritando de espanto... Corrió hasta el borde de la colina, oscura y desierta, que se extendía delante de él...Corría sin pararse y sin osar mirar hacia atrás... Por último, vió en lontananza, la luz de una linterna... 
Era una lucecilla tan pequeña que se hubiera podido confundir con una mosca luminosa. Era la luz de una vendedor ambulante, un vendedor de soba, que había levantado su propio tenderete sobre el camino. Después de la experiencia que el viejo acababa de sufrir, la más humilde de las compañías le pareció deseable. Se hecho a los pies del vendedor de soba, gimiendo:

>"¡Ah!...¡Ah!...¡Ah!..."
>"Kore... Kore..." - replicó el vendedor ambulante bruscamente -. "¿Qué le ocurre? ¿Le ha hecho alguien algún daño?"
>"¡No!... Nadie me ha hecho daño..." - Murmuró el otro -. "Pero...¡Ah!...¡Ah!...¡Ah!..."
>"¡Por lo menos le han dado un buen susto!" - dijo el mercader, demostrando poca simpatía -. "¿Se ha encontrado con algún ladrón?"
>"¡No!... Pero, cerca del foso... he visto... ¡Oh!, he visto una mujer que...¡Ah!, jamás podré describir cómo la he visto..."
>"¿Qué? ¿La ha visto, tal vez, así? ..." - Exclamó el mercader.

Se acarició la cara, que de pronto se hizo semejante a un huevo. ¡En aquel mismo instante se apagó la luz!

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