sábado, junio 01, 2013

Momotaro y sus valientes


Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo en la montaña, un viejo leñador y su esposa vivían en una solitaria cabaña.
En uno de esos días en el que sol se podía ver claramente en el manto manto azul llamado cielo, el viejo decidió salir a buscar algo de leña, pero la esposa prefirió ir a lavar al cristalino arroyo que baja por las colinas.
Todo transcurría sin ninguna novedad, pero de pronto la anciana mujer vio flotando sobre el agua una llamativa fruta, un melocotón.
Le pareció fuera de lo común, así que exclamó:
—¡Marido, ven acá! Mira lo que he encontrado. Abre con tu cuchillo este melocotón.

Algo no andaba bien. Ya que al momento de que el viejo abriera la fruta, observó que dentro un niño estaba, muy hermoso al parecer. Decidieron llamarlo 'Momotaro' [Momo: Melocotón - Taro: Nombre común japonés para chicos].
Aunque fue una sorpresa para ellos, no les quedaba otra que tomar al niño y criarlo.

Pasó el tiempo. Momotaro se crió como todos los demás niños del pueblo, saltando y corriendo. Pero físicamente era más corpulento que cualquier otro niño de su misma edad.

Mientras, en el pequeño pueblo de la montaña donde se había criado, la gente se lamentaba mucho ya que constantemente eran atacados por monstruos y demonios provenientes de una isla cercana.
—¿Quién nos salva de esas terribles bestias y demonios?¿Quién?
—¡Yo! Yo seré quien los librará de esas maléficas personificaciones —repuso Momotaro—. Iré hasta esa isla demoniaca y venceré a todos, de esa forma podrán vivir en paz.
—¡Pero si aún es un niño! —Exclamó la anciana esposa del leñador.
—¡Qué más da! ¡Denle una armadura al chico y déjenle ir! —Al unísono repusieron los pueblerinos.

Con algo de comida y un pesado estandarte, se dirige Momotaro hacia la siniestra isla de los demonios.
Atraviesa bosques y laderas, arroyos y mesetas. En eso, escucha el ladrido de un perro a la vez que le dice:
—¡Guau Guau! ¡Momotaro! ¿A dónde vas? ¿Puedo ir contigo? ¿Puedo? Mira, si me das algo de comida, de seguro te ayudaré a vecer a cualquiera que te encuentres por el camino.
—¡Ki Ki Kia! —Grita un acrobático mono mientras dice: ¡Yo, yo! ¡Dame comida Momotaro y déjame acompañarte! ¡Les daremos su merecido a esos monstruos!

Al parecer, los animales andaban muy hambrientos, porque luego de eso se acercó un faisán y exclamó:
—¡Kra Kra! ¡Dame comida Momotaro y te acompañaré a derrotar a esos demonios!

El chico decide darle comida a sus exóticos compañeros, además de permitirles hacerse a la vela con él para vencer a los terribles monstruos de la isla.
En ése momento, la porción de tierra flotante a la que se dirigían estaba muy lejos, aparte de que el mar parecía embravecido por la presencia del Perro, el Mono, el Faisán y de Momotaro sobre sus aguas. 

El mono desde el mástil grita:
—¡Adelante, a toda marcha!
—¡Guau, guau, guau! —se oye desde popa.
Y en el cielo se escucha:
—¡Kra, kra! Nuestro capitán no es otro que el valiente Momotaro.


Desde lo alto del cielo el Faisán espía la isla y avisa:
—¡El guardián se ha dormido! ¡Adelante!
—¡Mono, salta la muralla! ¡Vamos, todos preparados! —dice Momotaro.
Y grita:
—¡Eh, ustedes, demonios, monstruos, aquí estamos! ¡Salgan! ¡Aquí estamos para derrotarlos!
El Faisán con su pico, el Perro con los dientes, el Mono con las uñas y Momotaro con sus brazos, luchan denodadamente.

Los monstruos, al verse perdidos, se lamentan y dicen:
—¡Nos rendimos! Sabemos que hemos sido malos, nunca más volveremos a serlo. Les entregamos el tesoro y todas nuestras riquezas.

Sobre una carreta cargan el tesoro y todas las riquezas que guardaban los Genios. El perro tira de la carreta, el Mono empuja por detrás y el Faisán les indica el camino. Y Momotaro, encima de los tesoros, entra en su pueblo donde todos lo aclaman como vencedor.

Visto en: La Narrativa Breve

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